A su retrato
Este que ves, engaño colorido,
que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido;
éste, en quien la lisonja ha pretendido
excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores
triunfar de la vejez y del olvido,
es un vano artificio del cuidado,
es una flor al viento delicada,
es un resguardo inútil para el hado:
es una necia diligencia errada,
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.
Rosa divina...
Rosa divina que en gentil cultura
eres con tu fragante sutileza
magisterio purpúreo en la belleza,
enseñanza nevada a la hermosura;
amago de la humana arquitectura,
ejemplo de la vana gentileza
en cuyo ser unió naturaleza
la cuna alegre y triste sepultura:
¡cuán altiva en tu pompa, presumida,
soberbia, el riesgo de morir desdeñas;
y luego, desmayada y encogida,
de tu caduco ser das mustias señas!
¡Con qué, con docta muerte y necia vida,
viviendo engañas y muriendo enseñas!
La mexicana musa...
La Mexicana Musa, Hija eminente
de Apolo, y que las Nueve aun más divina,
porque fuese del Sol la Benjamina,
le nació en la vejez de su Poniente.
¡Qué sutil, si discurre! ¡Qué elocuente,
si razona! ¡Si habla, qué ladina!
Y si canta de amor, cuerda es tan fina,
que no se oye rozado en lo indecente.
Única poetisa, ese talento
(que no le desperdicias, que le empleas)
aun le envidia mi amor, que es lince a tiento.
¡O enhorabuena Peregrina seas,
por si vago tal vez mi pensamiento,
se encontrase contigo en sus ideas.
Dulce deidad del viento...
Dulce deidad del viento armoniosa,
suspensión del sentido deseada,
donde gustosamente aprisionada
se mira la atención más bulliciosa;
perdona a mi zampoña licenciosa
si al escuchar tu lira delicada
canta con ruda voz desentonada
prodigios de la tuya milagrosa.
Pause su lira el Tracio, que aunque calma
puso a las negras sombras del olvido,
cederte debe más gloriosa palma,
pues más que a ciencia el arte has reducido
haciendo suspensión de toda un alma
el que sólo era objeto de un sentido.
Correspondencia entre amar o aborrecer
Feliciano me adora y le aborrezco;
Lisardo me aborrece y yo le adoro;
por quien no me apetece ingrato, lloro,
y al que me llora tierno no apetezco.
A quien más me desdora, el alma ofrezco;
a quien me ofrece víctimas, desdoro;
desprecio al que enriquece mi decoro,
y al que le hace desprecios, enriquezco.
Si con mi ofensa al uno reconvengo,
me reconviene el otro a mí ofendido;
y a padecer de todos modos vengo,
pues ambos atormentan mi sentido:
aqueste con pedir lo que no tengo,
y aquél con no tener lo que le pido.
Espero que les guste
esta selección…
Ἅδα
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